Por último, cabe subrayar que todos estos avances serán efímeros e insuficientes si no existe un abordaje riguroso sobre los factores ambientales, laborales y sociales que están detrás de la incidencia y mortalidad del cáncer de mama, de otros cánceres ginecológicos y de los cánceres en los que hace metástasis el cáncer de mama (pulmón, huesos, hígado y cerebro). Entre estos se encuentran muchos de los que más influyen en la aparición del cáncer y son muy poco conocidos por la ciudadanía–tal y como ha reconocido el CNIO. Estos factores –que no solo están directamente relacionados con la crisis ambiental, sino que también tienen nexos comunes con el sistema capitalista y su modo de producción– deben ser abordados desde la legislación, las políticas públicas, la movilización social y la Ciencia. La prevención del cáncer de mama no puede dirigirse solo a que las mujeres cambiemos nuestro estilo de vida si el sistema económico no cambia su modelo de producción. Como dice Anne Boyer, autora del libro Desmorir, “es tan importante investigar los genes como el agua que bebemos para buscar las causas del cáncer”. Por eso, e inspiradas en Audre Lorde, Susan Sontag y la propia Anne Boyer, quizá ha llegado el momento de otro relato del cáncer de mama, uno colectivo que cuente que esta enfermedad no es culpa de quienes la sufrimos sino de una sociedad capitalista, sexista y belicista que permite que enfermemos y se lucra con nuestros tratamientos. Quizá ha llegado el momento de colectivizar esta maldita enfermedad.
Datos
Sólo sabemos que no sabemos lo suficiente
Por Violeta Assiego Cruz
Qué sabemos del cáncer de mama
Los datos estadísticos más accesibles sobre el cáncer de mama son aquellos que hacen referencia a la incidencia y mortalidad de la enfermedad. De esta forma sabemos que…
- 1 de cada 8 mujeres desarrollará cáncer de mama.
- ser mujer es el principal factor de riesgo en el caso del cáncer de mama.
- el cáncer de mama es el tipo de tumor más diagnosticado en el mundo, representa el 11,6 % de todos los casos de cáncer nuevos.
- es el tipo de tumor más frecuente entre las mujeres y es la primera causa de muerte por cáncer entre mujeres en España.
- en 2024, se diagnosticarán 36.395 nuevos casos de cáncer de mama en nuestro país, de los cuáles un 1,5% será a hombres.
- el 90% de los casos de cáncer de mama en los hombres son de tipo luminal o con presencia de receptores hormonales.
- ha aumentado la incidencia del cáncer de mama entre las mujeres menores de 45 años.
- el 30% de las pacientes con un diagnóstico temprano de cáncer de mama tendrá una recaída con metástasis, es decir, tendrá cáncer metastásico.
- las mujeres negras tienen más probabilidades de morir a causa del cáncer de mama que las de cualquier otro grupo racial o étnico.
- alrededor de un 15% de las mujeres que padecen cáncer de mama ya tenían un familiar en segundo grado diagnosticado con la enfermedad.
- entre un 5 y 10 % de los casos de cáncer de mama se pueden asociar a mutaciones genéticas heredadas del padre o de la madre, mientras que del 90 al 95% de las causas son medioambientales.
- en 2023 murieron 6.677 mujeres y que en la última década y media la cifra asciende a casi 100.000 mujeres. Solo en España.
- la tasa de supervivencia de esta enfermedad en nuestro país, a cinco años, es de 82,8 por ciento de forma global.
- el 70% del aumento de la supervivencia en cáncer es atribuible a los nuevos medicamentos, que aportan también mejoras en calidad de vida.
- sólo el 57% de las terapias innovadoras aprobados en Europa está disponible en España.
- 611 días es el plazo que se estima que hay que esperar para que esos tratamientos sean financiados por la Sanidad Pública de nuestro país.
- existe una relación directa entre mortalidad y desigualdad.
la incidencia del cáncer de mama está aumentando a un ritmo diferente en las distintas regiones del mundo. - las mujeres pobres tienen un riesgo mucho mayor de morir de esta enfermedad debido a un diagnóstico tardío y a un acceso inadecuado a un tratamiento de calidad.
- el 21% de los cánceres podrían prevenirse mejorando el medio ambiente global.
Qué no sabemos del cáncer de mama
Falta mucha información precisa y contrastada sobre cuáles son las causas del cáncer de mama. Décadas de investigación exhaustiva han demostrado que el cáncer de mama surge de una combinación de causas ambientales (físicas, psicológicas y químicas) y genéticas. Sabemos que los antecedentes familiares de cáncer de mama, los factores hereditarios y los cambios hormonales están detrás de una parte de los casos de cáncer de mama. Sin embargo, todavía falta mucho por conocer e investigar, y esa falta de conocimiento repercute de manera directa en las carencias existentes para prevenir, tratar, curar y también dar calidad de vida a las mujeres pacientes o enfermas de cáncer de mama.
Factores de riesgo
Entre los factores de riesgo del cáncer de mama que habitualmente se enumeran, el principal es el género, es decir, nacer mujer. Sin embargo, se viene observando como un porcentaje mínimo de hombres, que cada año va aumentando (el 1,5% en nuestro país), son diagnosticados de cáncer de mama, casi todos de un tumor hormonal. Se trata de una casuística enormemente estigmatizante para los hombres que tienen cáncer de mama por considerarse una “enfermedad de mujeres”. Otro de los factores de riesgo que se señalan es el de la edad; la franja de los 45-65 años es la de mayor incidencia, pero diferentes estudios vienen diciendo que, en los últimos años, se están detectando cada vez más tumores en mujeres jóvenes, menores de 45 años. De hecho, existe una enorme preocupación en la comunidad médica y científica porque el mayor aumento de diagnósticos de cáncer de mama por edad, en los últimos años, se ha producido entre las mujeres de 20 años.
Existen otros factores de riesgo, los llamados modificables por la propia persona. Son los que se hace referencia a los hábitos de vida de las personas y se refieren al alto consumo de grasas, a la ingesta de bebidas alcohólicas, a la obesidad, al tabaco, a la inactividad física… Hay otros factores de riesgo se asocian a la maternidad, la lactancia y la menstruación, si bien estos realmente están relacionados con el papel fundamental que desempeñan los factores hormonales y reproductivos (la producción de estrógenos o progesterona) en el desarrollo del cáncer de mama. Actualmente, no existe consenso entre los investigadores acerca del papel protector del embarazo y la lactancia frente al desarrollo del cáncer de mama en la mujer. Por tanto, afirmaciones como las de no ser madre o no dar el pecho son como factores de riesgo para tener cáncer de mama son una explicación muy reduccionista y machista de una problemática mucho más compleja. Es precisamente, esa complejidad la que debe llevar a evitar otras creencias como las de que los senos densos sean más propensos al cáncer de mama; esto en sí mismos no es un problema, sino más bien la dificultad de en esa densidad mamaria identificar los posibles tumores a través de una mamografía, lo que nos llevaría a demandar la utilización de otros métodos de cribado más adecuados para este tipo de tejido mamario, e incluso menos dolorosos en todos los casos.
Lo que sí señala la evidencia científica, especialmente relevante, es que más de la mitad de las mujeres que padecen cáncer de mama no presentan ninguno de los factores de riesgo mencionados. Es más, no todas las mujeres que cuentan con uno o más factores de riesgo llegan a desarrollar un cáncer de mama. Por tanto, sigue siendo existiendo un enorme vacío de conocimiento a sobre por qué se produce un cáncer de mama hasta el punto de que las comunidades científica y médica son incapaces de tener una explicación a por qué los diagnósticos de cáncer de mama crecen por encima del 12% desde el cambio de siglo y se han disparado desde 2016.
Determinantes sociales
A pesar de esta falta de certezas, cada vez son más frecuentes las campañas que ponen el peso de la prevención, detección y tratamiento del cáncer en el estilo de vida que lleven las personas como si solo comer sano y hacer ejercicio físico fueran suficientes para evitar tener cáncer. Sin duda, son aspectos necesarios en la medida en que refuerzan y fortalecen el sistema inmunitario; sin embargo, la realización de esas dos aparentemente sencillas actividades no está al alcance de todo el mundo. La falta de información clara y accesible, la desigualdad social, la precariedad laboral, las cargas familiares de muchas mujeres, las violencias que estas sufren, la pobreza material, la falta de dotación de recursos públicos y gratuitos para las actividades deportivas, el precio de la cesta de la compra, la falta de apoyos y ayudas adecuadas… impiden a miles de mujeres poder llevar a cabo ese “estilo de vida” mientras no haya políticas públicas que lo favorezcan. Sin restar importancia a la necesidad y existencia de estas campañas de sensibilización es imprescindible que estas se acompañen de medidas acordes para que no todo dependa de cada persona individualmente y de su capacidad económica, para que no sea un “sálvese quien pueda pagarlo”. En la actualidad, desconocemos en las cifras del cáncer de mama cuáles son los determinantes sociales en la incidencia, supervivencia y mortalidad, pero sin ninguna duda, pueden ser concluyentes respecto qué mujeres viven, qué mujeres mueren y cómo sobreviven las que se quedan. Según el Instituto Nacional del Cáncer, “las condiciones sociales, económicas y físicas del lugar donde una persona nace, vive, estudia, trabaja, se divierte y envejece, que pueden afectar la salud, el bienestar y la calidad de vida. Los determinantes sociales de la salud son, por ejemplo, el grado de escolaridad, el ingreso, el empleo, la vivienda, el transporte y el acceso a alimentos saludables, aire y agua limpios y servicios de atención de la salud. Estos determinantes tienen efectos importantes en los resultados de salud, en especial, en ciertos grupos de personas. Por ejemplo, es más probable que las personas que no pueden comprar alimentos saludables y que no viven en áreas seguras para hacer ejercicio ingieran una dieta poco saludable, sean sedentarios y presenten obesidad, lo que quizás aumente el riesgo de ciertas enfermedades, como el cáncer”.
Factores ambientales
En un documento público del Ministerio de Sanidad sobre Cáncer y Medioambiente se reconoce que “los factores ambientales son responsables de buena parte de los cánceres”, y se explica cómo el carácter cancerígeno de las exposiciones ambientales se evalúa de forma continua en las revistas científicas y por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) [de la Organización Mundial de la Salud (OMS)] que tasa sistemáticamente la sustancias químicas o agentes físicos y biológicos sospechosos de causar cáncer. Por tanto, los factores ambientales a los que estamos expuestas involuntariamente todos los días son supuestamente estudiados y evaluados, aunque no difundidos. Sus conclusiones apenas se conocen ni se tienen en cuenta en las campañas de sensibilización, prevención y detección. No deberíamos ser la ciudadanía la que tuviera que estar pendiente de toda esa literatura científica y de las evaluaciones pertinentes para saber qué sustancias químicas debemos evitar. Es más, tendrían que ser los organismos públicos e instituciones reguladores los que, en base a estos estudios y evaluaciones, controlasen los peligros existentes para la salud pública y evitasen, por ejemplo, la comercialización de productos que contienen sustancias cancerígenas, las cuales, según la AECC, son “cualquier agente natural o artificial que es capaz de originar un cáncer en el organismo”.
Contaminantes del agua de consumo, el uso del plástico, el trabajo en turnos de noche, la presencia de sustancias cancerígenas en los fertilizantes que se usan en la agricultura, la forma de producción alimentaria, el impacto de la luz artificial nocturna, la presencia de parabenos en la cosmética, medicamentos, frutas, los tintes que pueden utilizarse en plásticos, papel, cartón y similares, los insecticidas y herbicidas, productos para el cabello… La lista de posibles sustancias cancerígenas puede ser interminable, pero sobre todo es inquietante si se observa cómo su presencia está en productos con los que estamos en contacto de forma continua y que difícilmente podemos evitar usar a no ser que se retiren del mercado. El Instituto Silent Spring recientemente ha actualizado de una lista publicó en 2007 en la que, entonces, recogía 216 sustancias químicas que podían causar tumores mamarios en roedores. En su actualización de 2024 encontraron 921 sustancias químicas posiblemente cancerígenas, entre las cuales 642 pueden estimular la producción de estrógenos o progesterona, que son conocidos factores de riesgo del cáncer de mama. “El hecho de que tantos cancerígenos mamarios potenciales estén presentes en los envases y puedan migrar a nuestros alimentos es solo un ejemplo de la cantidad de productos químicos a los que estamos expuestos involuntariamente todos los días”(Jenny Kay, investigadora del Silent Spring Institute y coautora de la actualización publicada en Environmental Health Perspectives). También la contaminación atmosférica, el cambio climático, la capa de ozono y la radiación solar influyen en la salud directa e indirectamente. Todos son factores ambientales que deben ser tenidos en cuenta.
El estudio Estado de la evidencia: ¿Cuál es la conexión entre el medio ambiente y el cáncer de mama? ya señalaba en 2006 que “para reducir la carga del cáncer de mama de nuestra sociedad, las autoridades gubernamentales y las comunidades científica y empresarial deben actuar sobre la base de lo que ya se sabe acerca de los agentes que aumentan el riesgo de esta enfermedad. Al mismo tiempo, hay que tener presente que existen vacíos importantes en nuestros conocimientos actuales y que necesitamos más estudios que busquen respuestas a preguntas duras sobre las causas subyacentes del cáncer de mama. El esfuerzo investigativo debería buscar información que haga imperativa la formulación de políticas públicas orientadas a prevenir el cáncer de mama.”
Qué debemos saber
A nadie se le escapa que los grandes avances en la lucha contra el cáncer de mama pasan por la prevención, la detección precoz y los tratamientos personalizados y que esto solo será posible si cada vez hay un mayor y mejor conocimiento molecular. La llave de todo ello está en la investigación y la innovación en oncología.
Alcanzar estos objetivos, y que sea el sistema público de salud el que sea capaz de capitalizarlos, marcará la diferencia no solo en la eficacia de los tratamientos, sino también en la eficacia de un sistema de salud que garantice que estos lleguen a todas las mujeres al margen de cuál sea su situación económica, su lugar de residencia y su estilo de vida. Promover su acceso y aumentar la igualdad también es determinante en la lucha contra el cáncer de mama. Como dice la Dra. Joyce O’Shaughnessy, presidenta de Investigación en Cáncer de Mama de U.S. Oncology, “no es cuestión de tener la mejor idea, sino de llegar juntos a obtener el mejor tratamiento para cada paciente, y esto es algo que debe trascender a la industria médica, clínica y farmacéutica”. La investigación e innovación en oncología debe ser una inversión sanitaria, social y económica.
En este contexto, el desarrollo de una medicina de precisión es determinante para que las mujeres pacientes y enfermas de cáncer de mama accedan tratamientos personalizados a las características propias de su tumor y de cada una de ellas. Las terapias dirigidas, con un altísimo coste económico, mejoran la eficacia de los tratamientos al actuar de manera específica sobre las alteraciones moleculares que causan el crecimiento y la diseminación del cáncer y garantizan una mayor supervivencia y calidad de vida a las mujeres diagnosticadas, especialmente cuando hay metástasis.
La prevención y detección precoz del cáncer de mama es otro de los pilares en la lucha contra el cáncer de mama, pero este no puede ser responsabilidad únicamente en las propias mujeres. Sin duda que es imprescindible conocer nuestro cuerpo para identificar los cambios que pueden ocurrir en nuestras mamas y que nos deben llamar la atención. También es fundamental poder elegir tener un estilo de vida saludable, pero no siempre es suficiente cuando una parte de los factores de riesgo asociados al cáncer de mama tiene que ver con condiciones ambientales, sociales o laborales cuyo control está fuera del alcanza de las propias mujeres. Las iniciativas dirigidas a sensibilizar sobre el cáncer de mama han de existir, pero solo serán eficaces si van no van acompañadas de una apuesta fuerte y decidida porque la innovación y la investigación también llegue a la prevención y la detección precoz del cáncer de mama.
Las mujeres pobres tienen mayor riesgo de muerte por un diagnóstico tardío y acceso limitado a tratamientos.
Entre el 5% y el 10% de los casos están relacionados con mutaciones genéticas heredadas.
El protagonismo y la participación activa de las mujeres pacientes y enfermas de cáncer en sus procesos oncológicos por supuesto que es fundamental, pero esta debe entenderse desde el primer momento en que reciben el diagnóstico y no solo cuando se las ofrecer estar en la realización de ensayos clínicos, recibir formaciones que imparten las farmacéuticas o realizar campañas de sensibilización. El respeto a su derecho a una información adecuada, comprensible y gratuita debe ser garantizado desde los propios centros hospitalarios y lugares de tratamiento. Está comprobado que la información y ser parte activa de su proceso desde el primer momento, así como poder expresar los temores y estar en contacto con otras mujeres que han pasado y están pasando por un proceso similar, mejora el autocuidado, la confianza y el autoconocimiento de las mujeres diagnosticadas de cáncer de mama a la hora de afrontar en las mejores condiciones posibles una situación extremadamente difícil y traumática. El silencio, el hermetismo y el distanciamiento médico hacia ellas y sus familiares o personas de apoyo bloquea la posibilidad de que haya un espacio de comunicación y acompañamiento imprescindible para la mujer enferma. No se le debería exigir diagnosticadas que tomase la iniciativa en aspectos que desconoce, cuando sobre todo está paralizada por el miedo, sobrepasada emocionalmente y en estado de shock, además de mermadas físicamente por los efectos de la enfermedad y los tratamientos.
El interés en la lucha contra el cáncer de mama ha de ser que cada vez haya menos mujeres diagnosticadas con esta enfermedad y que aumente la supervivencia y la calidad de vida de las que ya la padecen, y en esta también cuenta el papel de los centros hospitalarios especializados en cáncer de mama del sistema público de salud. Estos han de adoptar una visión cada vez más integrativa de lo que debe ser el tratamiento durante los procesos oncológicos e incorporar que las decisiones terapéuticas sean compartidas entre los equipos de especialistas y las propias mujeres enfermas con la información adecuada. Personalizar los tratamientos, también es personalizar la atención e individualizar las respuestas en el trato especialista-paciente. Esta perspectiva del cáncer, que contempla la humanización e individualización, no solo puede ser posible si se la costean las propias mujeres, sino que debe ser parte de una asistencia oncológica pública que cuente con medios humanos, tecnológicos y materiales adecuados, sin tiempos de espera inasumibles (porque el cáncer no entiende de esperas) y que esté conectada con la medicina primaria para que las pacientes y enfermas oncológicas reciban una atención integral también en los efectos secundarios y secuelas que les han dejado los tratamientos activos y una vez finalizados.
La incidencia del cáncer de mama ha aumentado entre las mujeres menores de 45 años, con un incremento notable entre las mujeres de 20 años.
El cáncer de mama es más frecuente entre mujeres negras, quienes presentan mayor riesgo de morir debido a esta enfermedad.